viernes, 8 de julio de 2011

Estrella Fugaz ---> Capítulo: Uno ╰☆╮


Uno

¿Cómo estás? —me pregunto mamá.

—Bien

— ¿Seguro?

—Sí

Señalo el jardín de nuestra casa.

—Está es mi estación favorita.

—Lo sé; el otoño es bonito—dice mientras se inclina para recoger mis tenis, se levanta con un movimiento ágil. —Las lavare—anuncia mientras se dirige a la puerta.

Se supone que debo encontrarme feliz. Mañana inician las clases luego de un largo y aburrido verano.

No digo que la escuela no sea aburrida, para mí es incluso más repitente y fastidiosa que el propio verano.

¿Pero hay que ir, no?

Es mi último año y no puedo evitar encontrarme optimista. Al fin terminaran las burlas y cuchicheos estúpidos sobre mi aspecto.

Tengo esperanza de que en la universidad las personas no sean tan snob y sólo se fijen en la apariencia.

Mamá siempre insiste en que los ignore y eso es exactamente lo que he venido haciendo todos estos años. Ignorarlos y hacerme oídos sordos a comentarios como: “Hay llega cuatro ojos con su cuerpo de elefanta y su tamaño peculiar”

Lo cierto es que si soy bajita y utilizo lentes, pero lo de elefanta está de más. Me parece exagerado porque soy rellenita donde es importante (*) y tengo curvas donde una mujer debe tenerlas, en teoría bien puestas.

Más bien creo que son los chicos de este pueblo, los que tiene problemas.

Pero así soy yo, y lo que piensen los demás no le pongo cuidado; esa es una de las normas que rigen mi vida.

—Mia, la cena está lista. —grita Molly, mi madre.

No puedo creer que haya estado tanto tiempo con la mirada perdida en el hermoso cielo despejado.

Con paso lento pero seguro me dirijo a cenar.

— ¿Qué tal tu verano? —pregunta Nico mientras rebusca en su mochila.

Nico Smith es la única persona en la escuela a quien no le parezco poca cosa. Ha demostrado ser leal a lo largo de los años a pesar de no ser considerado por los demás un raro como yo.

—Muy productivo—respondo sacando el nuevo horario de clases.

Por su expresión de asombro me echó a reír.

—Bueno, el mío consistió en acompañar casi a diario a mi querido abuelo a pescar.

—Suena divertido.

Nico soltó un bufido.

—Consuélate con que la pasaste mejor que yo. Palmee su hombro.

Con los ojos de par en par lanzo un bufido.

—Tenemos nuevo profesor—dice con asombro.

Vaya.

Leo con atención el horario y efectivamente el curso Cálculo I tiene un nombre nuevo.

Lysander Mlynowski.

—Ya veo.

—Tengo el presentimiento de que será un año interesante.

—Nico—sacudo la cabeza mientras rodeó los ojos. —Todos los años pronosticas lo mismo y no ocurre nada.

—Tenme un poco de confianza—replica sonriendo.

El sonido del timbre interrumpe mi respuesta.

—Vamos a clase—digo en cambio.

El señor Way; nuestro profesor de Historia se tomó toda la clase para hablar de un congreso, al que según él; tuvo la dicha de haber asistido.

Como siempre le prestaba atención a ratos, pues me concentre en dibujar un corazón con alas de ángeles. Casi la mayoría de mis compañeros se ocupan de otras actividades como yo, mientras él seguía parloteando.

Fue un alivio oír el chirrido del timbre.

—Mia, ha llegado la hora. —murmura Nico con voz tenebrosa.

— ¿De qué? —pregunte vacilante.

—De conocer al nuevo profesor—responde Nico riéndose.

— ¡Uf! —exclamo en voz alta Violette Clare una de las “populares” de la escuela.

El salón en menos de cinco segundos se llenó de murmullos; y con cuidado me gire a ver que ocurría y fue cuando lo vi.

Era tan masculino que irradiaba fuerza.

Su rostro atractivo enmarcado por una cabellera corta de color marrón. Sus cejas angulosas, con su nariz y mandíbula recta, le daban un aire sensual.

Y ni hablar de sus labios carnosos, muy bien contrastados con unos hermosos ojos color gris claro.

Bello, hermoso o lindo era adjetivos poca cosa en comparación con aquella belleza tan exótica.

Debo reconocer que por primera vez en mi vida alguien había conseguido deslumbrarme al punto de no poder apartar los ojos.

—Buen día jóvenes —dijo con voz tranquila. —Como todos saben soy nuevo en la escuela y dictare el curso Cálculo I— con dedos largos y finos escribió su nombre en la pizarra.

Lysander Mlynowski.

Es guapísimo—la aguda voz de Marie Bray llego hasta mis oídos.

Aquel hombre era mucho más que atractivo.

—Habrán sus libros en la página once y encontraran la introducción al curso, léanla mientras llamo a lista para tratar de memorizar sus rostros y nombres.

La clase entera obedeció, incluso yo que no dejaba de mirarlo.

El pensar de que pudo haber notado mis ojos clavados en su rostro propicio que me sonrojara como una luz roja de navidad.

Mlynowski aparte de ser guapo tenía autoridad. Aquel hombre me intrigaba.

—Mia Luhrmann.

Alce con timidez la mano sonrojándome al instante.

El profesor nos dio los puntos para tener éxito en la materia, dándonos uno que otro consejo para no recargarnos de tareas. Iba ser difícil como bien lo había dicho pero no imposible aprobarla.

Lo supe antes de que hablara, la forma en que clavo sus hermosos ojos grises en mi rostro indicaba lo que temía y tanto me avergonzaba.

¿Por qué me pasaban estas cosas?

—Jóvenes; el director me proporciono sus pasadas notas de la materia Matemática Aplicada y dado que no soy coordinador de la materia, y no tengo tanto compromiso. —observo con atención los papeles frente a él. —He decidido dar clases dos veces por semana luego de la salida, a aquellos estudiantes que considero necesitan refuerzos para poder aprobar el curso.

Aquel anuncio provoco un revuelo de voces. Las “populares” estaban muy ansiosas por ser escogidas.

—Taylor, Anderson, Robinson, Clark, Young, Hall, Cook y Luhrmann. —leyó un minuto antes que de que sonara la campana de la merienda. —La primera clase se dictara mañana después de clases en este salón.

Coloque mis libros en mi mochila con las mejillas ardiendo de la vergüenza. Nunca fui buena en matemáticas, la mayoría de los años estaba a punto de reprobarla y tenía que hacer un esfuerzo monumental para aprobarla; pero que el profesor más hermoso del planeta lo supiera y sobre eso se ofreciera su ayuda me tenía conmocionada.

— ¿Qué quieres merendar hoy? —pregunta Nico.

—No tengo mucha hambre.

—Como quieras, pero vámonos o no alcanzara el tiempo.

Lo sigo con los ojos clavos en mi tenis hasta llegar a la cafetería.

.

.

.

— ¿Qué tal si mañana vamos a pasar la tarde en la ciudad? —pregunta papá en la cena.

—Eso sería fantástico. —responde mamá con los ojos brillantes.

Peter, mi padre le sonríe con amor.

—Yo no podré acompañarlos—susurre bajito para no dañar el momento.

Mamá se giró hacia mí con los labios fruncidos. — ¿Y eso por qué Mia?

—Como mis calificaciones en matemática nunca han sido buenas el profesor decidió darnos un afianzamiento luego de las clases para reforzar. —explique tomando la ensalada verde que mamá había preparado.

—No hay problema hija, es tu último año y debes esforzarte mucho—dijo papá como siempre comprensivo.

Mamá arrugo la cara pero lo dejo pasar.

—Creo que iré a correr un rato—dije levantándome de la mesa.

Mis padres asintieron sonrientes.

Me detuve frente al bosque y le di un sorbo a mi botella de agua, al mismo tiempo que giraba mis hombros de izquierda a derecha como parte de mi rutina de ejercicios diarios.

— ¡Demonios! —exclame al ver los cordones de mis tenis sueltos.

Tratando de no tropezar me adentre en el inmenso bosque en busca de una piedra o el tallo de un árbol para poder inclinarme sin lastimar mis doloridas caderas. A unos veinte metros divise un tronco cubierto de musgos.

Eso me servirá.

A paso exageradamente lento llegue hasta el tronco y coloque uno de mis pies en él y al inclinarme lo escuche. Solté los cordones con un sorpresivo ¡Oh!, sus aullidos se escuchaban cada vez más cerca.

Temblé de frío y miedo a lo desconocido; y no moví ni un musculo cuando aquel animal se acercó a mi cuerpo.

No era un animal. Lo parecía; pero estaba segura que no lo era.

Sus cachos como de toros sobresalían de su cabeza y su cuerpo no se parecía en nada al de un toro. El cuerpo era exactamente igual al de un humano, solo que tenía una cola inmensa y estaba cubierto de mucho bello. Aparte de un genital enorme que se encontraba en estado de excitación, pensé sonrojándome.

El animal-humano lanzo un aullido como el de un lobo que causo eco en el bosque y desapareció en segundos.

Con una mano en el corazón salí corriendo del bosque con la sensación de que ya nada sería igual en mi vida.

© Luissy García 2011. Todos los derechos reservados.

Luissy García (Lu393)

(*) Se refiere a pechos grandes y caderas anchas.

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