viernes, 1 de julio de 2011

¿Estéril? ...Capítulo II


Título: ¿Estéril?

Disclaimer: Los personajes son de la ingeniosa Stephenie Meyer, y algunos de mis invenciones. Yo solo juego con ellos en mi maniática mente.

Summary: Isabella tenía miedo de que su matrimonio se acabará, especialmente desde que se había dado cuenta que no podía darle un hijo.

Capítulo II

Desesperación


Me gustaría huir de ti. Pero si no vinieses corriendo a encontrarme, me moriría.

El olor del alcohol la trajo a la realidad. A su lado se hallaba una enfermera con aspecto amable quien en silencio le entrego un vaso de zumo de frutas.

—Gracias—bebió con manos temblorosas el contenido del vaso.

Su maravillosa vida había dado un giro de ciento ochenta grados. Sus sueños de ser madre y tener la familia que deseaba se esfumaron, deseaba poder echarse a llorar y no pensar en el dolor tan agudo que la estaba aplastando.

Cerro los ojos inspirando: unas, dos, tres veces, ansiaba que todas las palabras de Seth fueran producto de un espantoso sueño, sólo eso.

—¿Cómo te encuentras?—preguntó Seth, tomando el brazo de Isabella para poder medirle la presión.

—Pues...—dudo un instante—No demasiado bien. Mi vida se está desmoronando y no puedo hacer nada para impedirlo.

—Puedes hacer muchas cosas, por ejemplo: operarte.—indicó el médico, con una sonrisa tensa.—Y sacar fuerzas para afrontar está enfermedad.

—¿Cuándo puedes operarme?.

—En una semana para ser específicos, necesito el consentimiento de Edward, pues él es tu familiar más cercano.

—Por favor Seth no le digas nada—rogó desesperada—Quiero ser yo quien se lo diga, por favor...

—Sólo te doy un día Isabella, o tendré que hablar con él.

Asintió aturdida.

Al llegar a casa marco al celular de su marido quien respondió al primer timbrazo, preocupado por la voz suplicante de su mujer decidió cancelar todos sus compromisos para poder regresar pronto a su lado y saber que sucedía.

Edward se mantuvo inquieto todo el trayecto, seguro de que algo andaba mal con Isabella. Su dedica esposa jamás lo llamaba cuando estaba consiente de sus importantes reuniones, y menos que volviera el mismo día que hubo salido.

—Necesito que vuelvas a casa pronto, por favor. . .—recordó como el susurro fue interrumpido por un sollozo.

El jet aterrizó a las nueve de la noche en un ala privada del aeropuerto. Ya en tierra y tras el volante de su precioso Lamborghini gris manejo lo más rápido posible hasta su hogar, decidido ha averiguar que es lo que ocurría.

Aparco el auto frente a su casa, que se encontraba a oscuras. Camino directo a la recámara principal, lo que encontró hizo que su corazón se oprimiera de dolor.

Su mujer se hallaba tendida en el suelo envuelta en una toalla en posición fetal, ahogando el llanto y los gritos que pugnaban por salir en un puño contra su boca. Tenía el rostro pálido y los ojos rojos e hinchados de tanto llorar.

En silencio se acerco y la tomo en sus brazos, acunucandola como si se tratase de un bebé. Aspiro la dulce fragancia que emanaba de ella y con sus labios borro dos solitarias lágrimas que caían por sus mejillas.

—Edward—murmuro su mujer apretando su mano con fuerza.

—¿Qué sucede?—quiso saber Edward, acariciando su nariz.

—Está tarde he ido donde Seth y me ha dado malas noticias respecto a mi salud—respondió ella cerrando los ojos con fuerza.

Al sentir el silencio y la tensión del cuerpo de su esposo, decidió seguir hablando.—Tengo un tumor, se formo en mis ovarios por una enfermedad que padezco.

—¿Cómo que estás enferma y no me lo has dicho, en qué estabas pensando?—dijo él embargado por la emoción.

—No lo sabía mi amor, soy una estúpida lo sé.—sintió un dolor en el corazón que amenazaba con hacerla añicos.—Padecía fuerte dolores en mis períodos menstruales, como también cuando me aproximaba a ellos, eran fuertes pero pensé que eso era completamente normal, ahora sé que no es así.

—Isabella debiste decírmelo, si hubiéremos actuado rápido...

—La enfermedad es incurable, el tumor hay que extraerlo lo antes posible y allí sabremos si es benigno o maligno, aunque como dice Seth la mayoría de los casos son benignos.—Contarle aquella realidad a su marido le estaba matando de miedo y dolor, trataba de reprimir las lágrimas pero están salían como si de una cascada se tratará.

Enferma...Su preciosa Isabella estaba enferma. ¿Cómo había sucedido aquello sin que el pudiera hacer algo para impedirlo?; se preguntaba mirándola desecha en sus brazos como una muñeca de trapo.

Iba a luchar con ella, decidió. No permitirá que nada le sucediera, haría hasta lo imposible para sanar un poco de su dolor.

—Tienes que luchar—susurro Edward con un nudo en la garganta.—Juntos vamos a superar está prueba Isabella.

Beso sus rizos estrechándola contra su cuerpo, ahora que era consciente de la enfermedad le parecía más frágil que antes.

¡Cómo demonios no lo noto!

—Te necesito tanto—dijo ella sollozando .—Hazme el amor, por favor. . .—pidió besando la curva de su cuello.

Edward la levanto en sus brazos, mientras desabrochaba sus pantalones y sin preámbulos la penetro fuerte y profundamente, el grito de ambos rezono en toda la estancia.

—Oh amor mío, te amo tanto—musito besando su bonito rostro, al tiempo que la embestía con suavidad. —Siempre tan húmeda y lista para mí.—murmuro colocándola en el frío suelo.

Beso su boca con pasión, pasando sus dedos por los pezones erectos de ella que parecían querer reventar de lo duros que se encontraban, con suma delicadeza bajo sus labios al valle de sus senos y paso la lengua por él y por sus pezones con devoción, haciéndola que se volviera loca de deseo cada vez que mordisqueaba sus pezones.

Él se detuvo tomándola con delicadeza y colocándola a horcadas sobre él.—Cabalga para mí.—siseó Edward sintiendo como las paredes del sexo de su esposa apretaban su falo.

Isabella se apoyo en su duro pecho, moviendo sus caderas en forma circular siendo consciente de que esto lo volvía loco de deseo. Quería entregarle su cuerpo, su alma, cada latido de su corazón y cada suspiro que daba. Lo amaba tanto que hasta le dolía, su amor por aquel hombre no tenía límites, él era su vida, su razón de existir.

—Preciosa—susurro su marido tomando un pezón con su boca. Isabella sintió un fuego poderoso que atraveso todo su cuerpo, y queriendo tardar el inminente orgasmo bajo la velocidad de sus movimientos, torturandose así ambos.

Ella pudo observar como se le tensaban los músculos de la mandíbula en un esfuerzo por controlarse, le encantaba hacerlo perder el control.

De repente Edward la agarró fuertemente por la cintura, obligándola a marcar un ritmo más violento de subidas y bajadas. Hasta que de repente, su pobre sexo ya no pudo aguantar más, y se fue con violentos espasmos entorno al falo de su esposo. Uno de los mejores orgasmos de su vida, una explosión de placer desmedida, combinada con un sentimiento poderoso más fuerte que ella. Edward también se alcanzo el orgasmo prácticamente a la vez, vaciándose dentro de ella.

Dios pensó Edward apretándola contra su pecho, tratando de recuperarle el aliento. La explosión lo había dejado cansado y satisfecho, necesitaba saber que esa mujer era solamente suya, que estaba allí a su lado en ese instante y lo estaría para siempre. Sencillamente no tenía palabras para describir todo lo que Isabella despertaba en él, pensando en esto se quedo dormido.

La luz del amanecer se colaba por las ventanas del dormitorio cuando Isabella despertó, sonrió al ver que yacía sobre el pecho de su esposo.

Saber las consecuencias de su enfermedad la tenía destrozada, después de Edward lo que más deseaba en el mundo era poder convertirse en madre y parecía que la vida le estaba quitando ese derecho. Le dolía no poder ofrecerle a su marido una familia, lo que ambos tanto anhelaban.

¿Y si su matrimonio perdía fuerza si no podía concebir? ¿Soportaría Edward no tener un hijo propio?. Sacudió la cabeza alejando aquellos pensamientos que no la ayudaban en nada, se obligo solo a pensar en recuperarse y pronto, todo saldría bien si su razón de existir o sea Edward estaba a su lado.

Beso el pecho de su marido con fervor, y este se removió gruñendo y apretándola más contra él.

—Buenos días amor—murmuro Edward besando los labios de su esposa.—Que maravilloso es despertar así—comento acariciando los glúteos de Isabella.

—Te amo. . . Te amo. . .—intentó decir Isabella abrumada por el deseo.

Edward volvió a hacerla suya a la luz del sol y juntos alcanzaron un cielo rodeado de estrellas.

Se ducharon juntos; entre besos y caricias volvieron a amarse bajo el agua caliente de la ducha. Edward preparo el desayuno: unos ricos emparedados, huevos revueltos, fruta fresca y dos tazas de café bien cargado algo que le encantaba a su esposa. Como Isabella estaba demorando un poco aprovecho para llamar a su amigo Seth y concretar una cita con él en la tarde, debían actuar rápido quería que el peligro pasará.

—He llamado a Seth mientras te vestías y concernamos una cita a las dos de la tarde—informo Edward a su esposa quien se veía radiante con unos vaqueros ajustados y una blusa lila.

—Está bien—dijo Isabella mordiendo el emparedado.—Esto es delicioso.

—Gracias.

—¿Cómo te sientes respecto a esto, Edward?—pregunto en voz baja Isabella temiendo su respuesta.

—Impotente por no haberme dado cuenta a tiempo.—respondió este con una mueca de dolor.

Isabella apretó su mano con fuerza.

—No tienes la culpa de esto amor, nadie la tiene quizá un poco yo por no acudir al médico cuando los dolores se hacían insoportables, pero era tan feliz que no quería que nada dañara eso y los aguantaba como podía.

—Mi vida ahora que sé todo lo que has sufrido, no lo puedo soportar.—susurro su esposo.

El temible hombre de negocios Edward Cullen sólo se mostraba vulnerable frente a su esposa; ella era su aire para respirar, no se permitirá ni siquiera imaginar estar sin ella.

—Como ya te he dicho nadie tiene la culpa de esto, no te preocupes, está prueba la vamos a superar, ya verás.—Isabella e imploraba a Dios en silencio para que fuera así.

Unas horas después, se dirigían en el Volvo de Isabella hacia el hospital. La enfermera encargada al verlos los hizo pasar de inmediato.

El doctor sonrió al verlos, y rápidamente sometió a Isabella a un examen abdominal pélvico donde se pudo ver el tumor y explico a la pareja su tamaño, y los riesgos de su ubicación.

—Si hay peligro debemos quitar el ovario donde se encuentra el tumo.—explico Seth quitando con una toalla el líquido pegajoso del vientre de Isabella.

—Eso quiere decir que no podre tener hijos.—dijo ella en un susurro, desviando la mirada de su marido para no ver el rechazo.

—Estás equivocada, quitar un ovario no significa que puedas quedar estéril.—le informo con paciencia el médico.—Con un solo ovario puedes tener hasta tres hijos.

Oyó a su marido suspirar complacido.

—Voy a sacar cita en el quirófano para el próximo lunes, quizá a esta hora te estaré operando.

—¿Cuánto tiempo tardará la operación?—inquirió Edward mirando preocupado a su mejor amigo.

—No más de una hora, si no hay complicaciones.

—¿Es todo?—preguntó Isabella.

Sé sentía nerviosa y ahogada en el grande consultorio.

—Por ahora sí, en dos días debes venir a practicarte los examenes de rutina.

—Gracias Seth—dijo Edward estrechando su mano.

El camino de regreso hacia su casa fue en perfecto silencio. Edward trataba de ordenar sus pensamientos y buscar maneras de hacer sonreír a Isabella que se veía muy decaída, luego de la visita al médico.

En tanto Isabella recordaba con dolor el suspiro aliviado que había dado su marido en el consultorio cuando Seth les había informado que si las cosas salían bien ella podría darle hijos.

¿Qué significaba ese suspiro de alivio?

¿Se terminaba acaso su perfecto matrimonio, si no podía concebir?

Ahogo sus lágrimas para más tarde, no soportaría llorar delante del amor de su vida.


Lu393

1 comentario:

  1. Oh me encanto el capitulo, espero pronto lo continúes, y creeme que se como se siente bella ya que mi doctor me recomendó no tener hijosnpor mi estado de salud fue un gran golpe.

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