viernes, 1 de julio de 2011

¿Estéril? ...Capítulo I


Título: ¿Estéril?

Disclaimer: Los personajes son de la ingeniosa Stephenie Meyer, y algunos de mis invenciones. Yo solo juego con ellos en mi maniática mente.

Summary: Isabella tenía miedo de que su matrimonio se acabará, especialmente desde que se había dado cuenta que no podía darle un hijo.

Capítulo I

Malas Noticias.

El hilo de la vida se aflojaría si no fuera mojado con algunas lágrimas.

Pitágoras.

—Ojalá no te fueras—se oyó decir Bella acariciando los pocos bellos que cubrían el fuerte pecho de su adorado esposo.

Isabella Cullen, reposaba tendida sobre el musculoso cuerpo de su marido. Suspiró de satisfacción al revivir el apasionado encuentro. Su corazón se hallaba henchido de tanto amor compartido.

—Odio dejarte sola amor, pero como bien sabes se necesita mi presencia en esa reunión—comento con voz ronca su marido;

Edward Cullen, un hombre temible y respetable en el mundo de los negocios. Con quien Isabella llevaba tres años de casada y a quien le había entregado su cuerpo, alma y corazón; odiaba dejar sola a sus esposa por negocios.

Bella estaba fascinada y encantada, su preciado matrimonio marchaba tan bien que no se lo podía creer.

Cerrando los ojos recordó como lo conoció.


Fue una tarde lluviosa en las calles de Paris, lo vio discutiendo acaloradamente con un hombre que con malicia había intentando robar el bolso de una anciana. Su hermoso rostro cubierto por un humor sombrío lo hacia ver más atractivo todavía, sus músculos en tensión parecían esperar la orden de su dueño para lanzar el primer golpe, que nunca llego porque el malévolo ladrón en una reacción instantánea clavo un arma blanca en un costado de la cadera, del precioso seductor.

Tembló al recordar su desesperación al llegar a él y los gritos de miedo que profirió hasta que se digno en llegar una ambulancia.

Isabella nunca había estado en un hospital tan impresionante, pero nada de aquello importaba. Impaciente caminaba de un ladro a otro a lo largo del pasillo ubicado en el ala de cirugía donde el hermoso héroe llevaba intervenido al menos dos horas confirmo observando su barato reloj.

Cansada de dar vueltas camino con paso firme hacia la recepción donde varias enfermeras atendiendo teléfonos, mientras otras esperaban los llamados de los pacientes.

—Podría informarme sobre el estado de salud del señor que hace dos horas está en quirófano—Isabella no reconocía su voz.

—Un momento joven—pidió la enfermera revisando los datos en el computador.—El señor Cullen no ha salido todavía de la cirugía.

—Sabe usted cuando saldrá—inquirió Isabella pasando su temblorosa mano sobre su rostro.

—No joven, lo siento—dijo la señora comprensiva.

—Gracias.

Una o dos horas pasaron luego de que la joven de rostro sonrosado hablara con la enfermera. Se hallaba recostada en un sillón cuando un doctor vestido completamente de verde salio preguntando por los familiares del señor Cullen.

Sin pensárselo dos veces se levanto apresurada, preparándose para lo único que le salia fatal, mentir.

—Soy su prometida. . .Por favor díganme como se encuentra—rogó posando su mano en el brazo del doctor.

—El señor Cullen ha tenido suerte, ya que el arma blanca no logro perforar ningún órgano—explicó el médico.

La sensación de alivio que invadió a la chica fue tan sincera que se hecho a llorar de pura felicidad, el doctor acostumbrado a tales escenas le dio una palmada en la espalda mostrando una sonrisa.

—Puedo verlo—pidió la chica pensando que sería la ultima vez en la vida que lo vería, pues un hombre como él jamás se preocuparía por quien le había salvado la vida.

—Claro que sí—indico el médico conduciéndola a una habitación.

Apretando los puños a los costados de su cuerpo, temblando y muerta de nervios la chica abrió la puerta. El señor Cullen yacía tendido en la cama conectado a un sin fin de aparatos. Su rostro pálido y sus ojeras mostraban el fatídico trauma por el que había sido víctima, sin poder evitarlo recorrió con sus dedos las ojeras sintiendo la piel caliente del hombre más hermoso jamás visto en su corta vida.

No entendía que la había llevado hasta allí, quizá nunca lo sabría. Una fuerza poderosa la había impulsado a darle los primeros auxilios y acompañarlo hasta verlo seguro. Ya no tenía ninguna excusa para permanecer en aquel hospital, pero sin embargo sus pies parecían clavados y sus manos no dejaban de acariciarlo, deseaba tanto que abriera los ojos para saber que color escondían.

¿Serían azules, grises, dorados o verdes?. Con una piel tan blanca y bonita como la de él debían ser de alguno de aquellos colores pensó acariciando sus pobladas cejas. Era tan masculino y devastadoramente guapo, parecía un dios griego caído del olimpo.

—A...agu...agua—rogó inesperadamente el hombre apretando la traviesa mano de Isabella que se hallaba posada en su pecho.

—¡Oh!—gimió a causa de la sorpresa y soltando su mano apretó el botón de llamada a las enfermeras.

En segundos un gran equipo médico tenía rodeada la cama del hospital donde se encontraba el hermoso dios griego.

Isabella todavía no sabía porque esperaba en una esquina de la habitación, cuando decidió partir una voz ronca la detuvo.

—No te vayas—dijo tosiendo por el esfuerzo.

Como si se tratase de un imán camino mirando sus pies hasta la cama donde alzo la cabeza y pudo observar en todo su esplendor el rostro más maravilloso nunca antes visto en su vida.

—Gracias por salvarme la vida...

—Isabella—completo ella tragando el nudo que se había formado en su garganta.—Cualquiera hubiera actuado igual señor Cullen.

—No lo creo Isabella—tembló al escuchar su nombre.—Te recompensare por tu valor.

—Señor Cullen—pronunciar su nombre le quemo la piel—No he hecho esto con fines de lucro, jamás aceptaria su dinero.

Quería salir de allí lo antes posible, su mirada la tenía nerviosa. Sus ojos verdes no hacían más que analizarla y eso a ella no le gustaba.

Por qué diablos se había quedado, con tan solo llevarlo habría sido suficiente. Pero no, ella como siempre hacia lo que se le daba la gana y lo que su estúpido corazón le indicaba; ¿Cuándo utilizaría su cabeza? se preguntó clavando las uñas en la palma de su mano.

—Debo irme—sonrió pasando una maño por sus rizos chocolates—Me alegro de que se encuentre usted en mejor estado.

—Acaso te espera alguien—indago con una mueca de disgusto. Al ver que la joven no respondía se impaciento.—Responde

—Yo...ehh...no—tartamudoó. Su instinto le decía que diera media vuelta y se marchase de la habitación, pero sus pies y cuerpo parecían no hacerle caso a sus órdenes.

—Muy bien porque te quería pedir que te conviertas en mi enfermera particular—dijo con una sonrisa.

...

Así recordaba Isabella el comienzo de su historia, juntos. Estirando sus brazos se paro de la cama no si antes besar el hombro de su marido que yacía dormido.

Como todas las mañanas cuando despertaba se dirigió hacia la cocina y preparo un cargado desayuno para los dos.

Mientras servía el café en las tazas sintió los fuertes brazos apretar su cintura y su nariz rozar la curva de su cuello.

—Huele delicioso como siempre.

—He preparado algo cargado para que el viaje te sea más ligero.

—Siempre piensas en todo amor—Edward beso con fervor, la espalda descubierta por el fino camisón—Eres perfecta.

Comieron platicando al tiempo que veían las noticias. Ella detestaba los viajes de negocios que realizaba su marido, pero con resignación los aceptaba. Sólo esperaba ansiosa su llegada, soñaba con el día que saliera embarazada para poder mantenerse ocupada y sobre todo tener algo suyo y de Edward, la mayor demostración de unión y amor, un hijo.

Lo beso con fervor cuando el helicóptero aterrizo en la casa y le deseo la mayor de la suerte en las negociación, de las cuales estaba segura saldría victorioso.

Paso el resto del día limpiando la casa, se había negado a tener una empleada domestica de tiempo completo cuando ella no trabajaba. Edward no estuvo de acuerdo pero no le quedo más remedio que aceptar que a su esposa le gustaba realizar los quehaceres para sentirse ocupada.

Entrada la tarde recibió la llamada del mejor amigo de su marido, Seth Clearwater un inminente médico de la ciudad, quien solicitaba su presencia urgentemente. Isabella estaba segura que quería hablarle de los examenes que se realizo tan solo hace unas semanas.

—¡Oh! Bella gracias por venir—dijo tan solo recibirla, ayundandola a sentarse.

—Sucede algo cierto—adivino por la máscara de preocupación del médico.—Sea lo que sea, dímelo Seth—susurro desesperada, cruzando las piernas.

—Padeces una enfermedad llamada endometriosis—observo los resultados de los análisis —Esta consiste en la aparición y crecimiento de tejido endometrial fuera del útero, sobre todo en la cavidad pélvica como...

—Al grano por favor.

—En tu caso este tedijo creció y a consecuencia produjo un tumor—termino el médico con un nudo en la garganta—La mayoría de las pacientes que padecen esta clase de tumores son benigno, muy pocas desarrollan cáncer de endometrio. Sólo se sabe si es benigno o maligno a la hora de extraerlo.—termino profesionalmente.

—Eso no es todo , ¿Cierto?—inquirió con voz apenas audible.

—Después que realicemos la operación debes tener ciertos cuidados para poder concebir, quizá tengas algunos problemas para lograrlo. Está enfermedad es incurable, seguirás padeciendo los dolores aunque disminuirán—el médico dio un sorbo a su botella de agua—Esto le sucede a la mayoría de las adolescentes, imagino que tienes tiempo de padecer los dolores y no querías contárselo a tu marido, lo entiendo. Ahora con veintiún años y sin revisión médica se formo lamentablemente este tumor.

—Dios. . .—susurro Isabella pensando lo estúpida que había sido al no acudir al médico pronto.

—Debemos actuar rápido—añadió Seth llenando varios documentos.—Cuando los hallas hablado con Edward llamame de inmediato.

Edward . . . su nombre retumbo varias veces en su cabeza. ¿Cómo se lo diría? ¿Quizá la abandonaría al creerla infertil?. Quizo morirse en ese instante.

Al ponerse de pie imagino su rostro enfurecido y desilucionado, con piernas temblorosas logro llegar hasta la puerta, pero al sentir la vibración de su teléfono celular que reposaba en sus manos y ver la foto de su esposo en la pantalla, sintió una opresión espantosa en el pecho y en segundos todo se volvió negro.

Lu393

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