domingo, 17 de julio de 2011

¿Estéril? ...Capítulo V

Título: ¿Estéril?

Categoría: M

Disclaimer: Los personajes son de la ingeniosa Stephenie Meyer, y algunos de mis invenciones. Yo solo juego con ellos en mi maniática mente.

Summary: Isabella tenía miedo de que su matrimonio se acabará, especialmente desde que se había dado cuenta que no podía darle un hijo.

Capítulo V

Descubrimientos

“La verdad fue un descubrimiento. El engaño un invento”
Joel Fuguet Margeli

— ¿Sientes algún malestar? —le pregunto el doctor Seth.
—Aún me encuentro un poco desorientada y tengo mucha sed—respondió Isabella cerrando los ojos.
—Es normal, pero lamento decirte que no puedes ingerir ninguna clase de alimento hasta mañana.
— ¡Oh no! Será un martirio—musito Bella con la boca seca.

 Con impotencia Bella reconoció enojada que el traicionero de su organismo jamás le había pedido tanto alimento como en ese momento.

—El tumor lo enviamos a patología, creo que no debes preocuparte porque estoy seguro que es benigno. —explico el doctor con una sonrisa. —Pero los dolores que te causa la endometriosis seguirán, no tan fuertes como antes eso sí.
—Y…—vacilo Isabella—Y la posibilidad de ser madre.
—Por ahora tu organismo funciona perfectamente no veo por qué no puedas, gracias a Dios todo salió muy bien. —sonrió el doctor con confianza. —De todas formas luego de tres meses sin nada de relaciones sexuales pueden empezar a intentarlo.

Isabella frunció el ceño. Tres meses sin sentirse uno solo junto a Edward sería muy difícil para ambos.

—Aquí están las recetas de los medicamentos que debes tomar para los dolores y a qué horas. —coloco lo papeles en la mesa de noche.
 —Tengo que seguir alguna dieta o algo así—inquirió Bella arrugando la nariz.
—Mañana comerás alimentos blandos y así poco a poco te reintegraras a lo que comes normalmente.
—No sé cómo agradecerte todo lo que has hecho por mí Seth—susurro Isabella con voz temblorosa.
—Este es mi trabajo Bella, y fue un placer poder ayudarte.
—Gracias de igual manera.
—Mañana pasare a revisarte la herida y si todo marcha bien,  te daré salida el miércoles —dijo el hombre con sonrisa de niño palmeando su mano.
—Eso sí que es una buena noticia—murmuro Bella sonriendo.
—Ya sé que odias los hospitales Bella—rió Seth.

Sin nada que hacer cuando el doctor se hubo ido. Cerró los ojos para tratar olvidarse de la fatiga y sorprendentemente se durmió.

Todo marcho como lo esperado y el miércoles a las nueve de la mañana le dieron de alta.

 Edward la mimo y durmió con ella los días que estuvo ingresada. Era tan perfecto.

Por ello un montón de dudas se disiparon de la mente de Bella, al ver tanto amor y entrega por parte de su marido.

La mañana del sábado su esposo se había trasladado a la sede de sus oficinas para resolver un 
problema de personal.

Cuidadosa Bella se levantó de la cama y camino hasta la puerta de la recamara sin que no le doliera la herida ni un poco. Giro el pomo y se adentró en el largo pasillo y fue allí cuando escucho la risilla de un niño.

Siguió caminado pensando que era producto de su imaginación, pero escuchó nuevamente la risilla infantil ahora con más intensidad.

Con mucho esfuerzo, porque le estaba empezando a  arder un poco la herida, llego a la recámara de donde provenía la risita.

Cuando empujo la puerta; la escena que vio le dejo anonada. Una niñera por su uniforme le leía un cuento a un niño de aproximadamente seis años.

Poso la mirada en el niño y trastabillo producto de la impresión agarrándose al pomo de la puerta para no caerse.

El pequeño le sonrió, aquella sonrisa era la misma que tenía el placer de admirar casi todas las mañanas cuando su marido dormía en casa.

No podía ser cierto… ¡Estás alucinando Bella! —exclamo en silencio.

El niño movió su manita delante de sus ojos para llamar su atención.

—Tú eres mami—canturreo entrelazando sus bracitos  alrededor de la cintura de Bella, apretándola con fuerza.

Isabella gimió de dolor y con cuidado acaricio la mata de cabellos rubios que muy pronto seria cobriza.

Una ola de ternura la inundo, aquel niño de ojos esmeraldas era tan perfecto.

Su estado de shock duro largos minutos, mientras el niño no dejaba de abrazarla.

¿Cuándo había sucedido eso? ¿Por qué no le había contado nada?

Se sentía tan impotente y traicionada, que tenía ganas de vomitar. Controlando su agitada respiración y con ayuda de la niñera se sentó en la cama del pequeño quien la seguía como si temiera perderla. En silencio la niñera salió.

—Papá dijo que estabas enferma y no podía ir a verte todavía—susurro el pequeño disgustado.

Aquel niño estaba hambriento de amor descubrió con el corazón encogido.

—Es cierto pero ya estoy aquí…
—Danilo—dijo su marido.

Sorprendida Isabella dio un respingo. No se atrevía a mirarlo a los ojos, no quería que viera el dolor que le causaba todo esto.

—Le pedí a Dios que te ayudara a sanar  para poder conocerte…—su labio inferior tembló. —No quería perderte.
—No me has perdido Danilo—Bella acaricio sus mejillas con los ojos inundados de lágrimas, con ternura planto un beso en su frente. —Ahora debes dormir la siesta y más tarde hablamos. ¿Te parece?

Danilo asintió con la cabeza sonriente.

Se impulsó con la mano que tenía apoyada en el colchón para levantarse y sintió la mano de su marido en su espalda.

—No—susurro negando con la cabeza.  Aún no estaba preparada para que la tocara, no después de aquel descubrimiento. —Te espero en nuestra habitación. —dijo ahogando un sollozo.

Quería explicaciones, necesitaba saberlo todo. Era obvio que Danilo había sido concebido antes de conocerse, pero porque hasta ahora ella se enteraba de su existencia.

—Los servicios sociales me enviaron una carta el lunes, no le preste mucha atención pero debido a su insistencia me presente en el orfanato—una largo suspiro escapo de sus labios. —Nada más verlo supe que era mi hijo.

—Es increíble su parecido, será igual a ti cuando crezca. —dijo Bella con una media sonrisa. — ¿Por qué no me lo dijiste? —inquirió de pronto disgustada, sorprendida por sus cambios de humor.

Todo era tan confuso. Ni siquiera estaba segura de lo que sentía.

—Acababas de pasar por una operación Isabella, estabas débil y cansada no quería añadir una preocupación más—explico su marido entrelazando sus dedos con los de ella. —No tenía idea de cómo lo tomarías.

—Estoy tan confundida…—admitió sacudiendo la cabeza. —Danilo no tiene la culpa de nada y es un niño encantador—apretó las manos de su esposo. — ¿Qué le paso a su madre?

—Murió —le respondió su marido—Mi hijo ha sido llevado a cuatro orfanatos y hasta ahora pudieron encontrar los papeles de nacimiento. —bufo exaltado. —Ella fue tan egoísta que nunca me dijo nada de su existencia y sabia como localizarme.

Fue un alivio poder escuchar parte de la verdad; pensó Isabella abrazando a su esposo quien se encontraba preso de la frustración.

—Quiso castigarme escondiéndome su existencia y lo logro, causándole daño a Danilo—su voz sonó estrangulada.
— ¿Quién era ella? —pregunto Bella acariciando la espalda de Edward.

<<No fue nadie importante>>, se recordó a sí misma. << Sólo te ha amado a ti. Te lo ha dicho un millón de veces>>, se repitió varias veces esperando la respuesta de su marido.

Lu393.

Chicas las invito a que se pasen a leer Estrella Fugaz una historia diferente al mundo de Crepúsculo. Es la primera historia que escribo con personajes sacados de mi imaginación y me gustaría que me dieran su opinión.

Besos y se les quiere de gratis.

Luissy G.

Resultados de la Encuesta.

¿Cómo reaccionara Isabella ante la noticia?

Un 75% voto a favor de la opción:

Se enamora del pequeño Danilo y lo acepta como su propio hijo.


Gracias por sus votos. Y descubran si tenían razón en el quinto capítulo de ¿Estéril?


Luissy G. Lu393

viernes, 8 de julio de 2011

Estrella Fugaz ---> Capítulo: Uno ╰☆╮


Uno

¿Cómo estás? —me pregunto mamá.

—Bien

— ¿Seguro?

—Sí

Señalo el jardín de nuestra casa.

—Está es mi estación favorita.

—Lo sé; el otoño es bonito—dice mientras se inclina para recoger mis tenis, se levanta con un movimiento ágil. —Las lavare—anuncia mientras se dirige a la puerta.

Se supone que debo encontrarme feliz. Mañana inician las clases luego de un largo y aburrido verano.

No digo que la escuela no sea aburrida, para mí es incluso más repitente y fastidiosa que el propio verano.

¿Pero hay que ir, no?

Es mi último año y no puedo evitar encontrarme optimista. Al fin terminaran las burlas y cuchicheos estúpidos sobre mi aspecto.

Tengo esperanza de que en la universidad las personas no sean tan snob y sólo se fijen en la apariencia.

Mamá siempre insiste en que los ignore y eso es exactamente lo que he venido haciendo todos estos años. Ignorarlos y hacerme oídos sordos a comentarios como: “Hay llega cuatro ojos con su cuerpo de elefanta y su tamaño peculiar”

Lo cierto es que si soy bajita y utilizo lentes, pero lo de elefanta está de más. Me parece exagerado porque soy rellenita donde es importante (*) y tengo curvas donde una mujer debe tenerlas, en teoría bien puestas.

Más bien creo que son los chicos de este pueblo, los que tiene problemas.

Pero así soy yo, y lo que piensen los demás no le pongo cuidado; esa es una de las normas que rigen mi vida.

—Mia, la cena está lista. —grita Molly, mi madre.

No puedo creer que haya estado tanto tiempo con la mirada perdida en el hermoso cielo despejado.

Con paso lento pero seguro me dirijo a cenar.

— ¿Qué tal tu verano? —pregunta Nico mientras rebusca en su mochila.

Nico Smith es la única persona en la escuela a quien no le parezco poca cosa. Ha demostrado ser leal a lo largo de los años a pesar de no ser considerado por los demás un raro como yo.

—Muy productivo—respondo sacando el nuevo horario de clases.

Por su expresión de asombro me echó a reír.

—Bueno, el mío consistió en acompañar casi a diario a mi querido abuelo a pescar.

—Suena divertido.

Nico soltó un bufido.

—Consuélate con que la pasaste mejor que yo. Palmee su hombro.

Con los ojos de par en par lanzo un bufido.

—Tenemos nuevo profesor—dice con asombro.

Vaya.

Leo con atención el horario y efectivamente el curso Cálculo I tiene un nombre nuevo.

Lysander Mlynowski.

—Ya veo.

—Tengo el presentimiento de que será un año interesante.

—Nico—sacudo la cabeza mientras rodeó los ojos. —Todos los años pronosticas lo mismo y no ocurre nada.

—Tenme un poco de confianza—replica sonriendo.

El sonido del timbre interrumpe mi respuesta.

—Vamos a clase—digo en cambio.

El señor Way; nuestro profesor de Historia se tomó toda la clase para hablar de un congreso, al que según él; tuvo la dicha de haber asistido.

Como siempre le prestaba atención a ratos, pues me concentre en dibujar un corazón con alas de ángeles. Casi la mayoría de mis compañeros se ocupan de otras actividades como yo, mientras él seguía parloteando.

Fue un alivio oír el chirrido del timbre.

—Mia, ha llegado la hora. —murmura Nico con voz tenebrosa.

— ¿De qué? —pregunte vacilante.

—De conocer al nuevo profesor—responde Nico riéndose.

— ¡Uf! —exclamo en voz alta Violette Clare una de las “populares” de la escuela.

El salón en menos de cinco segundos se llenó de murmullos; y con cuidado me gire a ver que ocurría y fue cuando lo vi.

Era tan masculino que irradiaba fuerza.

Su rostro atractivo enmarcado por una cabellera corta de color marrón. Sus cejas angulosas, con su nariz y mandíbula recta, le daban un aire sensual.

Y ni hablar de sus labios carnosos, muy bien contrastados con unos hermosos ojos color gris claro.

Bello, hermoso o lindo era adjetivos poca cosa en comparación con aquella belleza tan exótica.

Debo reconocer que por primera vez en mi vida alguien había conseguido deslumbrarme al punto de no poder apartar los ojos.

—Buen día jóvenes —dijo con voz tranquila. —Como todos saben soy nuevo en la escuela y dictare el curso Cálculo I— con dedos largos y finos escribió su nombre en la pizarra.

Lysander Mlynowski.

Es guapísimo—la aguda voz de Marie Bray llego hasta mis oídos.

Aquel hombre era mucho más que atractivo.

—Habrán sus libros en la página once y encontraran la introducción al curso, léanla mientras llamo a lista para tratar de memorizar sus rostros y nombres.

La clase entera obedeció, incluso yo que no dejaba de mirarlo.

El pensar de que pudo haber notado mis ojos clavados en su rostro propicio que me sonrojara como una luz roja de navidad.

Mlynowski aparte de ser guapo tenía autoridad. Aquel hombre me intrigaba.

—Mia Luhrmann.

Alce con timidez la mano sonrojándome al instante.

El profesor nos dio los puntos para tener éxito en la materia, dándonos uno que otro consejo para no recargarnos de tareas. Iba ser difícil como bien lo había dicho pero no imposible aprobarla.

Lo supe antes de que hablara, la forma en que clavo sus hermosos ojos grises en mi rostro indicaba lo que temía y tanto me avergonzaba.

¿Por qué me pasaban estas cosas?

—Jóvenes; el director me proporciono sus pasadas notas de la materia Matemática Aplicada y dado que no soy coordinador de la materia, y no tengo tanto compromiso. —observo con atención los papeles frente a él. —He decidido dar clases dos veces por semana luego de la salida, a aquellos estudiantes que considero necesitan refuerzos para poder aprobar el curso.

Aquel anuncio provoco un revuelo de voces. Las “populares” estaban muy ansiosas por ser escogidas.

—Taylor, Anderson, Robinson, Clark, Young, Hall, Cook y Luhrmann. —leyó un minuto antes que de que sonara la campana de la merienda. —La primera clase se dictara mañana después de clases en este salón.

Coloque mis libros en mi mochila con las mejillas ardiendo de la vergüenza. Nunca fui buena en matemáticas, la mayoría de los años estaba a punto de reprobarla y tenía que hacer un esfuerzo monumental para aprobarla; pero que el profesor más hermoso del planeta lo supiera y sobre eso se ofreciera su ayuda me tenía conmocionada.

— ¿Qué quieres merendar hoy? —pregunta Nico.

—No tengo mucha hambre.

—Como quieras, pero vámonos o no alcanzara el tiempo.

Lo sigo con los ojos clavos en mi tenis hasta llegar a la cafetería.

.

.

.

— ¿Qué tal si mañana vamos a pasar la tarde en la ciudad? —pregunta papá en la cena.

—Eso sería fantástico. —responde mamá con los ojos brillantes.

Peter, mi padre le sonríe con amor.

—Yo no podré acompañarlos—susurre bajito para no dañar el momento.

Mamá se giró hacia mí con los labios fruncidos. — ¿Y eso por qué Mia?

—Como mis calificaciones en matemática nunca han sido buenas el profesor decidió darnos un afianzamiento luego de las clases para reforzar. —explique tomando la ensalada verde que mamá había preparado.

—No hay problema hija, es tu último año y debes esforzarte mucho—dijo papá como siempre comprensivo.

Mamá arrugo la cara pero lo dejo pasar.

—Creo que iré a correr un rato—dije levantándome de la mesa.

Mis padres asintieron sonrientes.

Me detuve frente al bosque y le di un sorbo a mi botella de agua, al mismo tiempo que giraba mis hombros de izquierda a derecha como parte de mi rutina de ejercicios diarios.

— ¡Demonios! —exclame al ver los cordones de mis tenis sueltos.

Tratando de no tropezar me adentre en el inmenso bosque en busca de una piedra o el tallo de un árbol para poder inclinarme sin lastimar mis doloridas caderas. A unos veinte metros divise un tronco cubierto de musgos.

Eso me servirá.

A paso exageradamente lento llegue hasta el tronco y coloque uno de mis pies en él y al inclinarme lo escuche. Solté los cordones con un sorpresivo ¡Oh!, sus aullidos se escuchaban cada vez más cerca.

Temblé de frío y miedo a lo desconocido; y no moví ni un musculo cuando aquel animal se acercó a mi cuerpo.

No era un animal. Lo parecía; pero estaba segura que no lo era.

Sus cachos como de toros sobresalían de su cabeza y su cuerpo no se parecía en nada al de un toro. El cuerpo era exactamente igual al de un humano, solo que tenía una cola inmensa y estaba cubierto de mucho bello. Aparte de un genital enorme que se encontraba en estado de excitación, pensé sonrojándome.

El animal-humano lanzo un aullido como el de un lobo que causo eco en el bosque y desapareció en segundos.

Con una mano en el corazón salí corriendo del bosque con la sensación de que ya nada sería igual en mi vida.

© Luissy García 2011. Todos los derechos reservados.

Luissy García (Lu393)

(*) Se refiere a pechos grandes y caderas anchas.

Estrella Fugaz ---> Capítulo: Uno ╰☆╮


Uno

¿Cómo estás? —me pregunto mamá.

—Bien

— ¿Seguro?

—Sí

Señalo el jardín de nuestra casa.

—Está es mi estación favorita.

—Lo sé; el otoño es bonito—dice mientras se inclina para recoger mis tenis, se levanta con un movimiento ágil. —Las lavare—anuncia mientras se dirige a la puerta.

Se supone que debo encontrarme feliz. Mañana inician las clases luego de un largo y aburrido verano.

No digo que la escuela no sea aburrida, para mí es incluso más repitente y fastidiosa que el propio verano.

¿Pero hay que ir, no?

Es mi último año y no puedo evitar encontrarme optimista. Al fin terminaran las burlas y cuchicheos estúpidos sobre mi aspecto.

Tengo esperanza de que en la universidad las personas no sean tan snob y sólo se fijen en la apariencia.

Mamá siempre insiste en que los ignore y eso es exactamente lo que he venido haciendo todos estos años. Ignorarlos y hacerme oídos sordos a comentarios como: “Hay llega cuatro ojos con su cuerpo de elefanta y su tamaño peculiar”

Lo cierto es que si soy bajita y utilizo lentes, pero lo de elefanta está de más. Me parece exagerado porque soy rellenita donde es importante (*) y tengo curvas donde una mujer debe tenerlas, en teoría bien puestas.

Más bien creo que son los chicos de este pueblo, los que tiene problemas.

Pero así soy yo, y lo que piensen los demás no le pongo cuidado; esa es una de las normas que rigen mi vida.

—Mia, la cena está lista. —grita Molly, mi madre.

No puedo creer que haya estado tanto tiempo con la mirada perdida en el hermoso cielo despejado.

Con paso lento pero seguro me dirijo a cenar.

— ¿Qué tal tu verano? —pregunta Nico mientras rebusca en su mochila.

Nico Smith es la única persona en la escuela a quien no le parezco poca cosa. Ha demostrado ser leal a lo largo de los años a pesar de no ser considerado por los demás un raro como yo.

—Muy productivo—respondo sacando el nuevo horario de clases.

Por su expresión de asombro me echó a reír.

—Bueno, el mío consistió en acompañar casi a diario a mi querido abuelo a pescar.

—Suena divertido.

Nico soltó un bufido.

—Consuélate con que la pasaste mejor que yo. Palmee su hombro.

Con los ojos de par en par lanzo un bufido.

—Tenemos nuevo profesor—dice con asombro.

Vaya.

Leo con atención el horario y efectivamente el curso Cálculo I tiene un nombre nuevo.

Lysander Mlynowski.

—Ya veo.

—Tengo el presentimiento de que será un año interesante.

—Nico—sacudo la cabeza mientras rodeó los ojos. —Todos los años pronosticas lo mismo y no ocurre nada.

—Tenme un poco de confianza—replica sonriendo.

El sonido del timbre interrumpe mi respuesta.

—Vamos a clase—digo en cambio.

El señor Way; nuestro profesor de Historia se tomó toda la clase para hablar de un congreso, al que según él; tuvo la dicha de haber asistido.

Como siempre le prestaba atención a ratos, pues me concentre en dibujar un corazón con alas de ángeles. Casi la mayoría de mis compañeros se ocupan de otras actividades como yo, mientras él seguía parloteando.

Fue un alivio oír el chirrido del timbre.

—Mia, ha llegado la hora. —murmura Nico con voz tenebrosa.

— ¿De qué? —pregunte vacilante.

—De conocer al nuevo profesor—responde Nico riéndose.

— ¡Uf! —exclamo en voz alta Violette Clare una de las “populares” de la escuela.

El salón en menos de cinco segundos se llenó de murmullos; y con cuidado me gire a ver que ocurría y fue cuando lo vi.

Era tan masculino que irradiaba fuerza.

Su rostro atractivo enmarcado por una cabellera corta de color marrón. Sus cejas angulosas, con su nariz y mandíbula recta, le daban un aire sensual.

Y ni hablar de sus labios carnosos, muy bien contrastados con unos hermosos ojos color gris claro.

Bello, hermoso o lindo era adjetivos poca cosa en comparación con aquella belleza tan exótica.

Debo reconocer que por primera vez en mi vida alguien había conseguido deslumbrarme al punto de no poder apartar los ojos.

—Buen día jóvenes —dijo con voz tranquila. —Como todos saben soy nuevo en la escuela y dictare el curso Cálculo I— con dedos largos y finos escribió su nombre en la pizarra.

Lysander Mlynowski.

Es guapísimo—la aguda voz de Marie Bray llego hasta mis oídos.

Aquel hombre era mucho más que atractivo.

—Habrán sus libros en la página once y encontraran la introducción al curso, léanla mientras llamo a lista para tratar de memorizar sus rostros y nombres.

La clase entera obedeció, incluso yo que no dejaba de mirarlo.

El pensar de que pudo haber notado mis ojos clavados en su rostro propicio que me sonrojara como una luz roja de navidad.

Mlynowski aparte de ser guapo tenía autoridad. Aquel hombre me intrigaba.

—Mia Luhrmann.

Alce con timidez la mano sonrojándome al instante.

El profesor nos dio los puntos para tener éxito en la materia, dándonos uno que otro consejo para no recargarnos de tareas. Iba ser difícil como bien lo había dicho pero no imposible aprobarla.

Lo supe antes de que hablara, la forma en que clavo sus hermosos ojos grises en mi rostro indicaba lo que temía y tanto me avergonzaba.

¿Por qué me pasaban estas cosas?

—Jóvenes; el director me proporciono sus pasadas notas de la materia Matemática Aplicada y dado que no soy coordinador de la materia, y no tengo tanto compromiso. —observo con atención los papeles frente a él. —He decidido dar clases dos veces por semana luego de la salida, a aquellos estudiantes que considero necesitan refuerzos para poder aprobar el curso.

Aquel anuncio provoco un revuelo de voces. Las “populares” estaban muy ansiosas por ser escogidas.

—Taylor, Anderson, Robinson, Clark, Young, Hall, Cook y Luhrmann. —leyó un minuto antes que de que sonara la campana de la merienda. —La primera clase se dictara mañana después de clases en este salón.

Coloque mis libros en mi mochila con las mejillas ardiendo de la vergüenza. Nunca fui buena en matemáticas, la mayoría de los años estaba a punto de reprobarla y tenía que hacer un esfuerzo monumental para aprobarla; pero que el profesor más hermoso del planeta lo supiera y sobre eso se ofreciera su ayuda me tenía conmocionada.

— ¿Qué quieres merendar hoy? —pregunta Nico.

—No tengo mucha hambre.

—Como quieras, pero vámonos o no alcanzara el tiempo.

Lo sigo con los ojos clavos en mi tenis hasta llegar a la cafetería.

.

.

.

— ¿Qué tal si mañana vamos a pasar la tarde en la ciudad? —pregunta papá en la cena.

—Eso sería fantástico. —responde mamá con los ojos brillantes.

Peter, mi padre le sonríe con amor.

—Yo no podré acompañarlos—susurre bajito para no dañar el momento.

Mamá se giró hacia mí con los labios fruncidos. — ¿Y eso por qué Mia?

—Como mis calificaciones en matemática nunca han sido buenas el profesor decidió darnos un afianzamiento luego de las clases para reforzar. —explique tomando la ensalada verde que mamá había preparado.

—No hay problema hija, es tu último año y debes esforzarte mucho—dijo papá como siempre comprensivo.

Mamá arrugo la cara pero lo dejo pasar.

—Creo que iré a correr un rato—dije levantándome de la mesa.

Mis padres asintieron sonrientes.

Me detuve frente al bosque y le di un sorbo a mi botella de agua, al mismo tiempo que giraba mis hombros de izquierda a derecha como parte de mi rutina de ejercicios diarios.

— ¡Demonios! —exclame al ver los cordones de mis tenis sueltos.

Tratando de no tropezar me adentre en el inmenso bosque en busca de una piedra o el tallo de un árbol para poder inclinarme sin lastimar mis doloridas caderas. A unos veinte metros divise un tronco cubierto de musgos.

Eso me servirá.

A paso exageradamente lento llegue hasta el tronco y coloque uno de mis pies en él y al inclinarme lo escuche. Solté los cordones con un sorpresivo ¡Oh!, sus aullidos se escuchaban cada vez más cerca.

Temblé de frío y miedo a lo desconocido; y no moví ni un musculo cuando aquel animal se acercó a mi cuerpo.

No era un animal. Lo parecía; pero estaba segura que no lo era.

Sus cachos como de toros sobresalían de su cabeza y su cuerpo no se parecía en nada al de un toro. El cuerpo era exactamente igual al de un humano, solo que tenía una cola inmensa y estaba cubierto de mucho bello. Aparte de un genital enorme que se encontraba en estado de excitación, pensé sonrojándome.

El animal-humano lanzo un aullido como el de un lobo que causo eco en el bosque y desapareció en segundos.

Con una mano en el corazón salí corriendo del bosque con la sensación de que ya nada sería igual en mi vida.

© Luissy García 2011. Todos los derechos reservados.

Luissy García (Lu393)

(*) Se refiere a pechos grandes y caderas anchas.

╰☆╮Estrella Fugaz ╰☆╮


ESTRELLA FUGAZ

Argumento:

¿Qué es lo que realmente sientes por mí; amor o deseo?

Mia Luhrmann se siente optimista porque es su último año de secundaria, al fin serán solo recuerdos las burlas de sus compañeros de clase.

Pero su vida da un giro de ciento ochenta grados con la llegada del apuesto profesor Lysander Mlynowski.

© Luissy García 2011. Todos los derechos reservados.

ESTRELLA FUGAZ, Julio 2011.

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Todos los personajes de este libro son ficticios.

Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

I.S.B.N.: 0393-0220-6127-393.

Autor: Luissy García.

miércoles, 6 de julio de 2011

¿Estéril? ...Capítulo IV


Título: ¿Estéril?

Categoría: M
Disclaimer: Los personajes son de la ingeniosa Stephenie Meyer, y algunos de mis invenciones. Yo solo juego con ellos en mi maniática mente.
Summary: Isabella tenía miedo de que su matrimonio se acabará, especialmente desde que se había dado cuenta que no podía darle un hijo.
Capítulo IV
Mi hijo
No es la carne y la sangre, sino el corazón, lo que nos hace padres e hijos.
Shiller.
—Señor Cullen acaba de llegar este sobre para usted. . .
Edward hizo un esfuerzo por mirar a Jared; su asistente personal. Pues sus pensamientos se hallaban conectados absolutamente con una persona; Isabella.
¿Saldría bien de la intervención quirúrgica? Tenía que encontrar fuerzas para brindarle todo su apoyo, sobre todo cuando él también se estaba desmoronando.
—No quiero saber nada de trabajo Jared, no ves que estoy esperando que mi esposa salga de ese maldito quirófano. —espeto enojado.
Jared quien pocas veces había sido testigo del mal humor de su jefe dio un respingo al oír el grito de este.
—Creo que es importante señor, el remitente es de Servicios Sociales.
¿Servicios Sociales? Le dolía la cabeza de la preocupación y no tenía tiempo para concentrarse en cartas que lo más seguro fueran invitaciones a eventos benéficos.
— ¿Qué querrían servicios sociales de mí? —preguntó aun así.
—En la carta aseguran que se trata de su hijo, señor Cullen. —respondió un asombrado Jared.
— ¡Mi hijo! —exclamó Edward incrédulo. —Está broma es de muy mal gusto Jared.
—No es una broma señor, solicitan su presencia en la oficina de la trabajadora social hoy mismo. —explico tendiéndole el sobre.
<> pensó Edward confundido. No tenía tiempo para malentendidos con la oficina de servicios sociales.
Con un gesto le indico a Jared que no se ocuparía del asunto. Sus pensamientos pertenecían y se encontraban enfocados en su esposa.
Fueron dos largas horas. Edward decidió concentrarse en rezar y planear minuciosamente la recuperación de su mujer. Pensaba llevarla a la isla que hace poco había comprado en el mediterráneo. Un poco de sol y brisa fresca era el ingrediente perfecto para que su esposa se sintiera cómoda.
—Edward. . . —la voz de Seth lo atrajo a la realidad.
— ¿Cómo se encuentra? —pregunto angustiado.
—La operación fue todo un éxito—dijo el doctor satisfecho. —Pudimos extraer el tumor y por mis conocimientos y los del equipo médico que se estuvo en el quirófano parece benigno, de todas formas lo enviamos a patología.
Una sensación de alivio lo inundó. Su esposa se encontraba bien, ya había pasado el peligro. Sin embargo, aún albergaba algunas dudas.
Su amigo pareció leer su expresión, porque inmediatamente respondió a la pregunta no formulada.
—No lo sé, necesitamos tiempo para ver cómo responde su organismo al tratamiento que empezara en dos días. —dijo con expresión seria. —Quizá deba someterse a algún tratamiento de fertilidad, pero eso lo sabremos cuando lo intenten.
—Gracias Seth—dijo Edward humedeciéndose los labios.
—No hay porque agradecer hermano. —Seth estrecho su mano. —Ya debieron de trasladadla a su habitación. —aseguro el médico. —La 205.
Habitación 205.
Isabella
Esa voz pertenecía a su marido. Hizo el intento de responderle, pero se sentía cansada y cubierta de una neblina que no la dejaba moverse ni poder hablar. Estaba agotada.
Quería preguntarle tantas cosas. ¿Había salido todo bien? ¿Podría darle los hijos que tanto deseaba?
Despierta corazón.
Se concentró en poder responderle y con un gran esfuerzo abrió los ojos. La claridad casi hace que volviera a cerrarlos, pero percibió el rostro borroso de su marido y se aferró a eso para mantener los parpados abiertos.
Edward…—pudo susurrar mientras humedecía sus labios por la inminente resequedad.
La mano fuerte de su esposo apretó la suya con fuerza como si no quisiera dejarla ir. ¿Qué ocurría? ¿Se encontraba en peligro? ¿No había salido bien la operación?
—Te encuentras bien mi vida. —su marido pareció notar su tensión.Seth ha dicho que la operación fue un éxito y que pronto te recuperaras.
Isabella quiso preguntarle tantas cosas pero la neblina volvió a embargarla y con un suspiro se sumió en ella.
Acomodado en su vehículo Edward Cullen no dejaba de pensar en la carta de la entidad de Servicios Sociales.
Toronto, Ontario Canadá.
Respetado señor Cullen:
Se solicita su pronta presencia en el orfanato Esperanza (*) a las afueras de la ciudad. Para tratar un tema de mucha importancia: su paternidad con respecto al menor registrado por su difunta madre como Danilo Cullen.
Esperamos su pronta visita a las instalaciones.
Heidi James.
Trabajadora Social.
—Buenas tardes Señor Cullen, tome asiento por favor. —indico la mujer. —Soy Heidi James quien envió la carta.
—Un gusto señorita James.
—Como se lo explique en la carta aquí se encuentra hace tres meses Danilo y hace poco una semana encontramos en un bolsillo secreto de su mochila su certificado de nacimiento donde indica que es usted su padre.
Edward lanzo un gruñido no estaba para jueguitos.
—Todo esto me resulta tan extraño señorita James. —dijo torciendo la boca. Gesto que emprendía cada vez que se encontraba enojado. — ¿Qué edad tiene el niño? Por qué hace tres años yo estoy felizmente casado. ¿Cuál es el nombre de su madre y por qué lo abandono en este lugar? —inquirió con dureza.
—Entiendo su sorpresa Sr. Cullen—dijo con voz temblorosa la trabajadora social.
—Me haría el favor de responder las preguntas que le he formulado.
Que aquella mujer le temiera no le pareció satisfactorio a Edward.
<< ¡Como aseguraban que aquel niño era suyo! >> Esa gente realmente estaba loca, pensó, con convicción.
—Danilo tiene cinco años es un buen niño. —tomo dos boconadas de aire. —No ha dado ningún tipo de problema desde que llego, pero se le nota muy triste. —la mujer reviso una carpeta con nerviosismo. —Su madre se llama Jane Vulturi. —añadió con el entrecejo fruncido.
Aquel nombre fue como un balde de agua helada para Edward.
—Quiero ver al niño. —exigió con el rostro pálido y las mejillas sonrosadas.
Caminaron en completo silencio hasta un cuarto de la planta alta del orfanato. Heidi le indico que pasara.
—Es un poco tímido . —informo antes de alejarse por el largo pasillo.
Con cuidado se acercó al pequeño de cabello rubio que estaba seguro en unos años pasaría a cobrizo, intentando que no notara su presencia.
Aun debía tratar de controlar las emociones que amenazaban con arrastrarlo.
El niño se volvió como si supiera que alguien lo observaba.
— ¿Quién eres? —pregunto arrugando su pequeña carita.
Al verlo, le dio un vuelco al corazón. Aquella vocecilla siempre la escuchaba con una sonrisa cada vez que su madre realizaba reuniones familiares y mostraba a los más allegados videos suyos de pequeño.
Durante un instante interminable, se miraron a los ojos, y luego, el pequeño mostro una sonrisa cargada de esperanza, como cuando un ciego por fin puede ver el sol. Aquello desarmo a Edward que con cautela se inclinó a la altura del pequeñín; acariciando sus regordetas mejillas.
—Bueno…—vacilo Edward tragando el nudo que se había formado en su garganta. —Soy…
Antes que prosiguiera el pequeño pego un grito de júbilo al tiempo que susurraba. —Eres mi papá ¿Cierto? Te pareces mucho a mí. —afirmo inspeccionando el rostro de Edward. —Tardaste mucho en venir a buscarme, papá. —lo acuso haciendo un gracioso puchero.
—Lo siento mucho Danilo pero no sabía…—comenzó a decir Edward interrumpiéndose abruptamente. No quería confundir al pequeño. —Entonces, ¿Me perdonas por tardar tanto, hijo?
Su hijo…Danilo, aquel pequeño indefenso; era suyo. No tenía duda alguna sobre ello.
— ¡Claro que sí papá! —exclamo el pequeñín envolviendo sus brazos en su cuello en busca de calor y amor.
Edward en silencio se prometió llenarlo de todo el amor que fuera capaz de dar un padre.
Como si se tratase de una imagen en blanco y negro el rostro de Isabella apareció en su mente; ¿Cómo reaccionaría a tan inesperada noticia?
LU393.