domingo, 3 de julio de 2011

¿Estéril? ...Capítulo III


Título: ¿Estéril?

Disclaimer: Los personajes son de la ingeniosa Stephenie Meyer, y algunos de mis invenciones. Yo solo juego con ellos en mi maniática mente.

Summary: Isabella tenía miedo de que su matrimonio se acabará, especialmente desde que se había dado cuenta que no podía darle un hijo
Capítulo III
Mi Amor por ti.
Los personajes pertenecen a la fabulosa S.M, la trama me pertenece y está absolutamente prohibida la reproducción de esta historia sin mi consentimiento.
Los días previos a la operación transcurrieron lentos y tormentosos para Isabella.
Edward frustrado veía como día a día su adorada esposa se aleja más de él, lo había intentado todo pero no sabía cómo hacer; por ello esa noche durante la cena pensaba tener una conversación muy seria con ella, pues ya estaba harto de la situación.
Isabella termino de colocar la mesa pensando en que solo faltaba un día para ser intervenida, se encontraba presa del miedo. . .Tenía tantos pensamientos, se odiaba tanto por alejar a su marido de su lado, pero primero tenía que esperar los resultados de la operación para así saber si podía darle los hijos que él tanto soñaba.
Y si no era ese el caso. ¿Qué haría? no se imaginaba su mundo sin Edward, le resultaba imposible vivir sin él.
Relajo los hombros y se dirijo al despecho de su marido, lo encontró en medio de una conversación telefónica y cuando este la miro lo hizo como siempre: con los ojos llenos de amor, eso fue insoportable para Bella quien desvió la mirada.
Edward ya había visto eso repetidas veces los últimos días y no permitiría que siguiera ocurriendo, con cortesía se despidió de su socio alegando que debía enviar un fax muy importante.
—Está lista la cena—dijo Isabella mirando el pecho de su esposo, evitando a toda costa mirarlo a los ojos; porque sabía que si lo hacía se echaría a llorar.
—Vamos—dijo su esposo esperando a que ella saliera primero, como el excelente caballero que era.
Ya sentados en el comedor Isabella sirvió el primer plato que consistía en Bruschetta* un perfecto aperitivo que sabía que a su esposo le encantaba.
Había estudiado Artes Culinarias ante la insistencia de su mejor amiga Victoria y lo agradecía pues le encanto la carrera y ahora le servía para complacer el apetito de su marido.
—Está exquisito el pan, amor—comentó Edward sirviéndose un poco de vino.
—Gracias.
—Y que tenemos como segundo plato—inquirió su marido ansioso.
Isabella destapo un Tour of Italy*, el favorito de su esposo cada vez que visitaban ese país.
—Delicioso—exclamó un complacido Edward sonriendo abiertamente a su mujer.
Cenaron en un tenso silencio, hasta que Edward cansado no pudo soportarlo más y tomando entre sus manos el rostro de su esposa la obligo a mirarlo.
A Bella esto la tomó por sorpresa, que desarmada intento rehuir su mirada pero fue en vano ya que su marido tenía sus hermoso ojos puestos en ella, ya sin nada que hacer sólo sintió las calientes lágrimas recorrer sus mejillas.
—Por favor Isabella ya no hullas de mí, no lo pienso permitir—susurro Edward acariciando la mejilla de su esposa y besando su pequeña nariz. — ¿Por qué haces esto amor? Necesito que me expliques que sucede.
Isabella sabía que tenía que confesarle sus temores a su marido, ya no podía ocultarlo más. Así que decidida se levantó de su silla y se sentó sobre la piernas de Edward, quién la abrazo esperando a que hablara.
—Tengo miedo de no poder concebir hijos luego de la operación—confesó Bella omitiendo que lo más atemorizante sería el rechazo de su marido si eso llegara a ocurrir.
—Corazón has oído de Seth que eso no ocurrirá.
—Lo sé, pero entiéndeme tengo miedo. —susurro Isabella.
—Oh amor mío, yo siempre estaré allí para ti. Dijimos que esto lo enfrentaríamos juntos y así será. —su marido acaricio sus rizos. —Ahora debemos aprovechar que solo nos queda esta noche y el resto de día de mañana para hacer el amor, ya que después de la operación tienes que tener muchos cuidados.
Edward presiono su erección contra las nalgas de su esposa.
—Tienes razón, mi amor. —murmuro Isabella presa del deseo, olvidando por un momento todos sus problemas. —Hagamos el amor, Edward.
—Sus deseos son órdenes. —dijo este acariciando por encima de las braguitas de encaje de Bella el centro de su feminidad.
Se entregaron, con el cuerpo, el alma y el corazón. Moviéndose y alcanzando el máximo placer al unísono.
Ya muy entrada la madrugada Bella despertó entre los brazos de su marido, con cuidado de no despertarlo acaricio los vellos que cubrían su pecho masculino. Embargada por tanto amor recordó su primera vez con él.
...
Llevaba más de un mes ejerciendo de enfermera para el magnate Edward Cullen, no tenía experiencia al respecto pero prestándole atención a las indicaciones del médico trataba de ser perfeccionista cuidando a quien se había convertido en la razón de mi existencia.
Mi infancia había sido realmente difícil y al salir del orfanato incluso fue peor al quedarme más sola y desamparada que nunca, decidí que lo mejor era quedarme con él, a sabiendas de que podría salir con el corazón hecho pedazos de aquella hermosa casa.
Los días pasados habían sido maravillosos. A pesar de ser multimillonario Edward era un ser muy sencillo y de un gran corazón. Me lo demostraba hablándome de igual, contándome sobre su familia y sus planes a futuros. Cada día que pasaba encontraba una cualidad más, como también cada día que pasaba lo amaba más.
— ¿Quieres dar un paseo por la playa, Edward?—pregunte colocando una taza de café en la mesita frente al sillón donde se encontraba recostado.
—Claro Isabella—dijo incorporándose.
Corrí a ayudarlo, pero su libido pudo más que él y me aparto para incorporarse solo.
Rodee los ojos por sus niñerías, y él halo mi mano para acercarme y plantarme un beso en la frente.
Como adoraba aquellos momentos donde podía soñar que éramos una pareja de verdad.
Caminamos tomados de la mano por toda la playa viendo las gaviotas volar por lo cielos y las olas estrellarse con las piedras de la orilla. El paisaje era tan maravilloso, mi vida era maravillosa desde el momento que encontré a Edward, por eso todo me parecía fantástico.
—Todo se vuelve hermoso si tu estas alrededor Isabella—dijo Edward con voz ronca.
Me sonroje fuertemente y clave mi mirada en la suya, casi siempre comentaba algo bonito sobre mí. Eso y su forma de ser me tenían loca de amor.
—Edward—pronuncie en un susurro ahogado cuando tomo mi brazo, y sin que pudiera advertirlo me beso en la boca con desesperación.
Al principio el beso fue dulce, tierno; pero a medida que corrían los segundos se volvió exigente y apasionado. Con un gemido ronco mordió mi labio inferior y sin saber que hacer entreabrí mis labios y su lengua penetro en mi boca recorriendo cada rincón y tatuándola como suya. Un calor inundo mi cuerpo y los pezones se me pusieron duros bajo el encaje del sostén, mientras entre mis piernas corría en toda su intensidad una cascada.
—Preciosos. —murmuro acariciando mis pezones por encima de la camiseta. —Alza los brazos, para quitarte esto, amor.
Cumplí sus órdenes en un tiempo record y la camiseta voló sobre la arena. Él por su parte seguía pasando la punta de sus dedos por mis pezones protegidos solo por el fino encaje del sostén.
—Enrolla tus piernas en mi cintura cariño. —en un movimiento fluido realice su orden. —Muy bien ahora sostente de mis hombros. —Así lo hice
Con dedos temblorosos desabrocho el sujetador dejándolo caer, y mis senos quedaron desnudos y apretados contra su musculoso torso. Gemí al sentir su piel caliente entrar en contacto con mis pezones.
—Mírame Isabella
Sólo alce la vista para ver como sus labios tomaban mi pezón para chuparlo. Y grite, grite llena de éxtasis como nunca me había sentido en mi vida, y desde lo más profundo de mi ser proferí su nombre en un susurro cuando llegue a la cumbre del placer.
Cuando mis temblores cesaron me hallaba totalmente desnuda sobre la caliente arena. Y con los ojos ardiendo de deseo Edward se posiciono entre mis piernas, y mientras acariciaba mi clítoris entro en mi por vez primera, lance un gritito de dolor y él susurro palabras dulces al tiempo que me relajaba y nos empezábamos a mover acompasados.
—Te Amo Isabella.
—Te amo Edward. —confesé al tiempo que emprendía a volar a un viaje de placer insospechado.
—Todo está listo Isabella—dijo el médico sentándose junto a la camilla. —En quince minutos entras a quirófano.
—Quiero ver a mi esposo por favor. —pidió aferrándose a la mano del doctor.
—Claro—dijo este saliendo de la sala de recuperación.
Pasaron dos agónicos minutos cuanto vestido con un uniforme verde, entraba su esposo a la sala.
—Cariño todo saldrá bien—susurro besando los dedos de su mujer.
—Edward...—murmuro Isabella mirándolo fijamente. — ¿Qué pasaría si no puedo darte los hijos que tantos deseas?—preguntó con un nudo en la garganta y lágrimas en sus hermosos ojos chocolates.
—Eso no va a pasar hermosa.
—Necesito tu respuesta de todos modos. —insistió Bella.
—Nada Isabella y grábatelo bien, absolutamente nada va a cambiar el amor que yo siento por ti, te amo demasiado; ¿Lo entiendes? —Beso sus labios. —Juntos superaremos todo, te amo mi vida.
— ¡Oh!, amor mío te amo tanto. —susurro Bella mirándolo con los ojos llenos de amor.
Dos enfermeras se llevaron a Isabella al quirófano: el lugar donde se iba a decidir su futuro.
Mientras tanto Edward en la sala de espera le pedía a Dios que el amor de su vida saliera bien de la intervención, porqué sin ella él ya no sería absolutamente nada.
Lu393
(*)Bruschetta: Consiste en rebanadas de pan tostado, rebozadas con algún ajo y puestas a la parrilla para que se doren, al servir se riegan con aceite de oliva, sal y pimentón molido.
(*)Tour of Italy: Lasaña de la casa, pollo a la parmesana ligeramente empanizado y pasta fettuccine con salsa Alfredo cremosa.

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