jueves, 1 de diciembre de 2011

Es hora de decir adiós.





Título: Es hora de decir adiós.

Categoría: M (+)

Protagonistas: Edward/Bella.

Disclaimers: Los personajes son de la ingeniosa Stephenie Meyer, y algunos de mis invenciones. Yo solo juego con ellos en mi maniática mente.

Summary: ¿Puede el amor perdonarlo todo?

(*)Advertencia: Este capítulo contiene escenas de sexo muy explicativas por esto el blog ahora tiene contenido para adultos y la historia es categoría M (+), sino te gusta leer escenas eróticas mejor no leas el capítulo. Muchas gracias por la atención prestada.

Capítulo II

Edward  metió la lengua en mi boca y con desesperación chupe la suya.

Dime que te mueres de ganas por que te vuelva a pasar la lengua por el coño.... susurra mi marido en mi oído.
—Aaah…sí…..—gimo desesperada moviéndome bajo su cuerpo.

Edward desciende de nuevo hasta mi sexo, con delicadeza vuelve a lamerlo colocando sus grandes manos en mi cadera para poder sostener el ritmo de mis movimientos pélvicos.

No puedo soportarlo más. —grito retorciendo mis caderas, sintiendo un placer inigualable que se extiende por todo mi cuerpo. 
Así me gusta…dice mi marido besando mi vientre con devoción. 

 El cúmulo de sensaciones que embargan mi cuerpo es tan intenso que ni siquiera puedo abrir los ojos.
 Con mucho cuidado Edward se pone encima de mi cuerpo, su perfume invade mis fosas nasales. Su lengua recorre el lóbulo de mi oreja. Y de una empollada entra en mi cuerpo. 

Empieza a moverse lentamente y empiezo a sentir un placer indescriptible, noto su falo golpear las paredes de mi vagina. Esos giros diabólicos que a veces hacen rozar mi clítoris y me vuelven diabólicamente loca.  

 Dios... —gimo apretando con fuerza sus nalgas.
—Quieres correrte.... ¿Verdad? Gime mi marido profiriéndome otra embestida.
¡Joder!

La sensación en mi vientre aumenta, provocándome unas incontrolables ganas de mover mi cadera, de tenerlo más adentro.

¡Mierda! —lo escucho decir. —Ahora….Ahora…Isabella—grita

Aferro con fuerza mis piernas a las caderas del Edward y él empuja, se tensa, se mueve más rápido, jadea como un loco y el calor de su semilla invade mis entrañas, provocando convulsiones incontrolables en mi cuerpo, que me hacen llegar a la cumbre del éxtasis. 

—He pedido una cita con el doctor Thomas—susurre cuando mi respiración volvió a la normalidad.
—Aquel que se presento en el baile de la Fundación Hart. — dijo Edward frunciendo el ceño.
—Él mismo. Asentí besando su pecho.
—Cancélala no quiero que te atienda él.
 Sacudí la cabeza asombrada. — ¿Por qué amor? —pregunte pasando mi dedo índice por su musculoso brazo.
Arrugo la cara, señal de que estaba por enojarse.
—No confío en él; se la pasa mirándote— respondió como si ello fuera suficiente.
Thomas Way se le consideraba en el país el mejor en su rama y que Edward lo despreciara por sus tontos celos estaba fuera de contexto.
 —Ya hice la cita y no la cancelare. Lo mire desafiante.
Sonrío con suficiencia.
—Claro que la cancelaras—murmuro con voz ronca penetrándome sin previo aviso y alzando mi cuerpo para quedar sobre él. —No puedes negar nada de lo que te pida mi vida. —termino de decir aumento el ritmo de sus embestidas…
—Edward…— proferí en un grito, llena de placer.   Cabalgándolo al ritmo que él imponía. 
……….
Una enfermera de mediana edad se acerco al sofá donde me encontraba sentada. — El doctor la atenderá en unos minutos Señora Cullen, si necesita alguna cosa me avisa. —termino con una sonrisa.

Retorcí mis manos con nerviosismo, contrario a la opinión de mi marido había asistido a la cita, aún tenia tiempo de irme pero no le daría ese placer al gran ego de mi amado esposo, aunque claro rogaba a Dios que no se enterara. 

Desde que pronuncio “Quiero que tengamos un hijo” no cabía de la alegría y de eso hace solo ocho días en los que nadie podía decir que no lo habíamos intentado, pues todas las noches y algunas mañanas hacíamos el amor unas veces despacio con ternura y otras veces desenfrenados y con mucha pasión.

—Señora Cullen, el doctor Way la espera en su consultorio. —anuncio la enfermera indicándome el camino.  

—Isabella—saludo Thomas besando mi mejilla. —No te preguntare que te trae por aquí, ya que es obvio que necesitas opinión de un ginecólogo, pero si te diré que es un placer ser yo el escogido. —termino galante. 

—La buena noticia es que mi esposo y yo hemos tomado la decisión de ser padres—dije con orgullo. —Y venia para que me hicieras un chequeo a ver si todo conmigo este bien para tener bebés. 

Thomas con una sonrisa  me explico los cambios que sufriría mi cuerpo y me practico una serie de exámenes de rutina que dieron como resultado que no tenía ningún problema para concebir, solo que debería dejar de tomar la píldora, lo que ya había dejado hace ocho días.  

Saliendo de la clínica me entretuve en una tienda que había muy cerca de allí, estaba repleta de artículos de bebés. Con un nudo en mi garganta pague a la dependienta dos conjuntitos de recién nacidos; uno rosa y el otro azul, ya me hacia ilusión tener a un ser formándose en mi vientre, aunque faltaran quince días para comprobarlo. 

Maneje con precaución hasta nuestra casa, imaginando que Edward llegaría en la noche.
 Aunque me había entretenido mas tiempo del necesario en la tienda de bebes, aun tenia algo de tiempo para preparar una cena que le encantara, ya que siempre llegaba pasada las seis de la tarde y apenas iban a dar las cinco.  

Al pasar el gran bosque que rodeaba los alrededores de nuestra casa me sorprendí mucho al ver el auto de mi esposo frente a la casa. 

Parque con cuidado el auto tras el de él y baje el paquetito que tenia en la parte trasera del auto.

Cuando vea los vestiditos les encantarán, pensé  ilusionada.

          —Mi amor ya llegue—grite con entusiasmo tirando el bolso en la mesa del recibidor. 

Me extraño que no respondiera a mi llamado y casi corriendo llegue a su despacho. Apenas lo vi sabia que algo andaba mal. Tenia la espalda tensa y en sus manos reposaba un vaso lleno de vodka que se lo llevaba a la boca casi con fuerza, temí que en cualquier momento lo pudiera romper y se causara daño. 

     ¿Qué ha pasado Edward? —inquirí con cautela. 

Como si se tratara de cámara lenta  giro su cuerpo tenso para quedar frente a mí, tirando al mismo tiempo el vaso vacío, que al tocar suelo se hizo añicos.

     ¿Qué ha pasado? —grito acercándose a donde me encontraba parada. —Tienes el descaro de preguntarme eso. —sus ojos estaban de un verde puro y eso solo ocurría cuando estaba muy enojado o excitado, y en ese momento no parecía para nada excitado. —Isabella te dije que no fueras a ver a Way y fuiste a verlo.

     Pero Edward…Thomas no te ha hecho nada para que tomes esa actitud con él, aparte es el mejor ginecólogo del país. —susurre.

     ¡Cállate! — grito acercándose cada vez más. —Me importa una mierda que sea el mejor ginecólogo del mundo si quiere. Pero yo te advertí que no fuera y aun así lo hiciste. 

Otra vez no….Por favor Dios mío….No permitas que volvamos a lo de siempre.

Lu393
© Luissy G. 2011. Todos los derechos reservados.

2 comentarios:

  1. he de reconocer que este tipo de historias me ponen de mal humor por el tema que abarcan pero en general la historia es muy buena y consigues tranmitir muchos sentimientos!!!sigue así!!un saludo

    ResponderEliminar
  2. cuando podras poner el siguiente cap estoy ansiosa por saver lo que passa, porfavor que sea pronto

    ResponderEliminar